domingo, 18 de septiembre de 2011

Flores para una boda


Dos  altos muros blancos unidos por una puerta de hierro negro forjado sostenida a los lados por sendas  columnas marcan  la entrada.
Al traspasarla, un largo  camino de baldosones  blancos y negros, hileras de fresias contienen el césped cortado recientemente, parejo, húmedo.
La casa, blanca y tejas negras con dos balcones  ornamentados con flores y cintas de colores tenues que caen en cascada, aparece al final del sendero bicolor.
En la galería, ramos de pimpollos engarzados en la enredadera, de las luminarias penden  ramilletes de globos que la suave brisa hace danzar.
Elegantes  mozos ofrecen  bebidas en la recepción .Mujeres finamente ataviadas reciben con coronas o collares de flores a los invitados e  indican con sutiles ademanes  el trayecto a seguir.
En el jardín la hierba se confunde con los pétalos arrojados, intencionalmente, para engalanar su verde natural.
Las sillas blancas  acomodadas a los lados de un paño blanco a modo de camino, formando un pasillo, tienen en la parte posterior del respaldo los nombres escritos con letras doradas en finas tarjetas color marfil.
Es abril, otoño, pero aquí todo huele a primavera
Allí están todos sonrientes  con sus coronas, collares, trajes de fiesta y copas en las manos.
Hacen su entrada triunfal los novios, ella con vestido de seda blanca ceñido al cuerpo, los hombros desnudos, el velo corto sale de la diadema de perlas y capullos.
El novio de elegante traje blanco, camisa blanca y  corbata lila pastel igual al ramo de su futura esposa.
Sonrisas brillantes en las caras, la música acompaña sus pasos.
Después de la ceremonia, entre risas y llantos  de los concurrentes, la pareja desanda el camino saludando exultantes.
Alguien propone un brindis, será el primero de muchos .Todos aceptan y alzan las copas .Brindan por la felicidad de los recién casados.
Se forman rondas de baile, los niños corretean y juegan con los globos que han logrado alcanzar.
Con el transcurrir  de las horas los mayores ya no bailan, se ponen al día con los chismes familiares, las niñas se mancharon sus lindos vestidos con  pastel, los niños corrieron, jugaron, saltaron y rompieron uno de los jarrones del altar.
Los novios se han sacado cientos de fotos, es hora de marcharse .Suben al  auto adornado con flores y moños y tocando repetidamente la bocina se alejan de la fiesta agradeciendo a los que les desean felicidad.
Los invitados empiezan retirarse y a los rezagados se les ofrece café o licor.
Los padres de los novios se acercan a una dama, ha planeado cada detalle, hace veinte  años que se dedica a ofrecerles las  más bellas fiestas a las parejas y ellos lo agradecen efusivamente.
La casa quedó vacía, el personal de servicio ya ha retirado todo rastro.
En la casa donde se casaron sus padres, donde creció, la misma donde debajo de uno de los balcones de la entrada le dijo adiós al amor, pronto habrá otra boda, pero tampoco será la de ella.


                                                                           Graciela