martes, 1 de diciembre de 2015

Postigos

Los encajes de la cortina del salón le sirven para ocultarse en la oscuridad, está horas ahí escondida.
Sucede todos los días desde hace tres meses. La única persona que se ha dado cuenta es la hermana menor, pero aún no lo comenta con nadie. Está intrigada y quiere saber antes de decírselo a los demás.
Al despertar se viste rápidamente, casi ni se arregla el cabello, apenas un sorbo de café y desaparece como un fantasma. Si alguien entra al salón y la descubre siempre hay una excusa:”estoy jugando con mi hermanita”,”busco una cinta del cabello, ¿no la has visto? ”, “he encontrado una araña deberían decirle a María que limpie mejor”.
Mira detrás de los postigos, entreabiertos, a los que caminan  despreocupados por la vereda, dirige su mirada a todo auto que circula por la calle. Observa al conductor, detenidamente, lo acompaña con los ojos.
Por la tarde, después de almorzar no podrá repetir la acción, pues su madre le pide que toque el piano para hacerle compañía mientras ella borda.
Con la música le llegan a su mente imágenes de caminatas en la playa, besos apasionados a la sombra de un aromo, de miradas infinitas.
Se mezclan con las de un hombre y una mujer  en el andén de la estación, ella lo mira, él seca sus lágrimas, besa sus mejillas húmedas y hace promesas de amor eterno, de regresar a buscarla, de no separarse nunca  más.
Es difícil esperar a alguien  sabiendo que nunca llegará, pero igual sigue  ahí firme en su rutina diaria.
¿Por qué no intentarlo si es la única persona que desea ver cada mañana al despertar y cada noche cuando el sueño cierra sus ojos? .La ventana de su habitación, en el  primer piso, permanece abierta, por si quisiera sorprenderla a mitad de la noche.
Pasaron tres años de aquel verano, tres años de mirar tras las cortinas, la hermanita menor, que ya ha crecido, le dijo que es inútil su espera.
Una mañana se tomó su tiempo para arreglar el cabello, desayunó junto a sus padres. Salió a caminar por la playa, recorrió la estación.
No estuvo para el almuerzo.
Su madre la esperó en el salón, dejó el bordado sobre el  piano,  miraba por los postigos.
Apareció  ya entrada la noche en la puerta de la casa, el gesto cansado y  los ojos enrojecidos, subió en silencio a su cuarto, cerró las ventanas.
Dos largos días con sus noches, y sólo el movimiento de las sábanas al compás de su respiración se movía en el cuarto.
Al levantarse, mirándola con ojos lejanos le dijo:
-              - No se preocupe madre, dicen que mientras haya dolor hay vida.

Bajó al salón, abrió las ventanas y una tenue música invadió la casa.



                                    Graciela







domingo, 26 de abril de 2015

Dolor




Preguntarás ¿por qué?
Le echarás la culpa
al cielo y a la tierra
Golpearás tu pecho
Maldecirás
Llorarás
Un grito silencioso
recorrerá tus venas.
Y cuando llegue la calma,
quizás por cansancio,
encontrarás palabras
de consuelo,
momentáneo
Mirarás a tu alrededor,
y verás que el sol
salió en la mañana,
para ti no brilla igual.
Ya no será lo mismo.
Pero ahí está.


                                              Graciela