lunes, 11 de julio de 2011

A mis hijos



Desde lo netamente biológico, tener hijos es vivir para siempre.
Saber que aunque vamos a morir, nuestros genes continuarán vivos.
Algunos rasgos, quizás el color de ojos o la forma de la nariz permanecerán sobre éste mundo.
Pero también que tendremos alguien que nos recuerde, bien o mal pero estaremos en su memoria.
Que cuando crezca sabrá que aunque no nací sabiendo, intenté ser la mejor madre que pudo tener.
Canté canciones que nadie me enseñó, hice comidas que nunca comí, supe curar raspones, consolar, acunar, aconsejar, oír, resolver problemas de matemática, dibujar mapas, coser dobladillos.
Fui la mala de la película cuando puse  límites, la ídola cuando extendí la hora de las salidas.
Es saber que a pesar de todas mis dudas habrá alguien que creyó en mí.
Tener hijos es además sembrar en tierra virgen, sabiendo que los frutos los cosecharán otras personas.
Es cada día aprender algo nuevo acerca de mí.
Que puede emocionarme una  manito pintada sobre un papel, que  con sólo escuchar sus risas soy feliz.
Que no necesito más que sus abrazos, sus voces…
Desde mi punto de vista, un poco egoísta tal vez, tener hijos es sentir el sol brillando en el pecho.
Tener hijos es amar para siempre.

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